Interesante artículo para saber "esas cosas":
Blas Infante. Un hombre de luz. José Joaquín Salado.
En la madrugada del pasado día 11 de agosto, se cumplieron 73 años del asesinato a sangre fría de Blas Infante a manos de unos falangistas, fuerza de retaguardia del ejército golpista del futuro, y que fue, dictador del Estado español, Francisco Franco.
La obra y hechos de Blas Infante y la Junta Liberalista de Andalucía son desconocidos para el 99% de la población andaluza.
Triste panorama, cuando el Parlamento Nacional de Andalucía se jacta de que es el ‘padre de la patria andaluza’ y le homenajea cada año.
Triste situación, cuando el Estatuto aboga por la difusión de su obra entre los escolares, universitarios y ciudadanía en general, y no se hace nada desde la Junta— aclaro que ese ente es un clon del poder del Estado español manifestado en su política diaria disfrazada—.
Triste actuación, cuando existe una Fundación Blas Infante que se encuentra atada por el Régimen Nacional Socialista para que no divulgue el legado Infantiano.
Triste tiempo perdido, cuando una organización política ha tenido representación en el Parlamento durante décadas y no ha realizado la labor pedagoga en la que el Andalucismo posee uno de sus pilares.
Triste televisión andaluza, cuando podría ser un instrumento que ejerciera como un medio estupendo para dar a conocer a Blas Infante, pero se dedica a la zafiedad en la mayor parte de su programación.
Triste ciudadanía, cuando está alienada y desinteresada por todo lo que sea luchar y transformar el sistema económico y político.
Y, encima, a los niños y niñas les muestran en los colegios, cada 28 de febrero, un Blas Infante, poeta, cuando además fue ideólogo, periodista, político, buena gente, teórico, maestro, abogado y notario de profesión, ejemplo con su vida, escritor, luchador, humanista, un hombre de luz. Asistía gratuitamente con apoyo jurídico a quien no podía pagar y, también, enseñó a leer y a escribir a jornaleros y gitanos; un hombre íntegro, cabal, coherente, incorruptible, pacifista, libertario, solidario con una ética limpia, y cuyo pensamiento nacionalista era: intercultural, antinacionalista, pacifista, universalista, humanista, feminista, ecologista y libertario para solucionar los problemas de injusticia social que padecía Andalucía—hoy también—y, desde nuestra tierra, para la Humanidad.
¡Cuán lejos se encuentran las almas—si es que tienen—de los políticos andaluces que ocupan escaños en el Parlamento de la vida y obra de Blas Infante! Evidentemente, no son políticos al servicio del Pueblo, ni tampoco esos ‘pedagogos y hombres justos’ a los que aludía Infante en su libro ‘La Dictadura Pedagógica’.
Don Blas podía haber vivido una vida burguesa muy cómoda, pero desde la sensibilidad de un niño de 10 años le marcó la imagen de los jornaleros y de los más desfavorecidos de nuestro país andaluz: “Yo tengo clavada en la conciencia desde mi infancia, la imagen sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo, confundiendo su agonía con la agonía triste de las tardes invernales; he presenciado cómo son repartidos entre los vecinos acomodados para que estos les otorguen una limosna de trabajo; tan sólo por fueros de caridad; los he contemplado en los cortijos, desarrollando una vida que se confunde con la de las bestias… trabajar de sol a sol, empapados por la lluvia en el invierno, caldeados en la siega por los horrores de la canícula; y he sentido indignación…”.
Y a partir de ahí, entregó su vida por los demás, por los que estaban faltos de justicia, respeto, trabajo y pisoteados por la red caciquil. Le robó horas al sueño para investigar y beber de la cultura andaluza; se presentó a unas elecciones; recorrió Andalucía para promover el referéndum de Autonomía que se iba a plebiscitar el último domingo de septiembre en 1936; denunció y criticó radicalmente la situación de los jornaleros y la posesión de los latifundios—“Todo latifundio en su origen es ilegal” El Sol, 1931—; y, asimismo, planificó y trabajó con Pascual Carrión para llevar a cabo la Reforma Agraria durante la II República.
Decía Blas Infante: “La rebeldía ante lo injusto es la más alta de las virtudes”. Y una de las injusticias, es la existencia de los Estados llamados nación o nacionales que son opresores; brutales en su origen con los Pueblos Culturales—véase la Historia, por ejemplo del español con las conquistas a base de sangre y fuego— y, hoy día, de un modo sibilino. Como prueba, el Estado español a fecha de 2009:
Centralismo político, y digo bien, porque aunque disfrutemos¿? de Estado autonómico, en Andalucía, la Junta es una extensión del poder estatal.
Servidumbre de los partidos políticos y elecciones, que lo observamos diariamente en los medios de comunicación y en la época ‘electorera’.
Esclavitud del pensamiento con el alelamiento y la no conciencia generalizada, gracias a Canal Sur y las políticas Goebbelianas.
Esclavitud económica, ya que el número alarmante de parados, la explotación de los empresarios hacia los inmigrantes, el pago de unos ínfimos salarios a los trabajadores y el Estado recaudatorio, así lo señalan.
Ausencia de justicia y desigual, puesto que para el Pueblo nada, pero observamos cómo la gente de partidos políticos, altos cargos y famosillos salen de rositas. Hay doble rasero para calibrar la justicia.
Servidumbre cultural que captamos en el deficiente sistema educativo, o bien su aplicación que genera un elevado índice de fracaso escolar y analfabetismo funcional.
Esclavitud familiar, porque todavía persiste la explotación infantil y de la mujer y, ésta, sufre el ‘terrorismo casero’, mayor que el de ETA.
Esclavitud de conciencia, que es el que todavía el poder eclesiástico ejerce en las personas con una ‘mirada monopolizadora’ y una visión esperanzadora en el más allá, cuando el más acá es el que, verdaderamente, importa por las injusticias sociales.
En definitiva, vivimos en una sociedad ciega de conciencia humana.
Todo el mundo conoce que la India tiene en Gandhi a una figura íntegra e espiritual, pero mucho antes las ideas y pensamientos del ‘Alma grande’ surgieron en Andalucía de la mano de Blas Infante, que permanece desconocido para los andaluces y para el resto de la Humanidad.
Para colocar el punto final al presente artículo, traslado aquí una fábula que contó Antonio Manuel de Almodóvar del Río, profesor de Derecho, en el homenaje a Infante en la carretera de Carmona del año 2008.
“Cuentan que el bosque ardía. Los animales huyeron hacia el lago. Y allí lamentaron la pérdida del decorado de sus vidas. Todos menos un colibrí. Tomó una gota de agua en su pico y se fue dirección a las llamas. Volvió, una, dos, tres, cuatro veces ante la mirada atónita de los demás. Al quinto viaje, un animal cualquiera le preguntó: “¿No ves que tu esfuerzo es inútil? Ni aún con un millón de gotas, ni aún dedicando tu vida entera, conseguirás apagar el fuego”. Tienes razón, contestó el colibrí, pero al menos yo estoy poniendo mi parte”.
Las utopías se fundamentan en asumir la realidad, en aceptarla para desobedecerla y, el andalucismo, el nacionalismo andaluz consiste en eso: en ser andaluces de conciencia. Así que no seamos como esos animales que se quedaron paralizados y atónitos, sino que actuemos como el colibrí para que de Andalucía desaparezcan las injusticias sociales. ¡Viva Blas Infante! ¡Viva Andalucía Libre!
Publicado el Martes, 18-Agosto-2009 a las 08:55 en Arbonaira - José Joaquín Salado, ZZZ - General.
